sábado, agosto 25

Aunque solemos culpar de nuestros fracasos y frustraciones a los demás, en el fondo sabemos que nuestro peor enemigo somos nosotros mismos. En ocasiones nos vemos paralizados por un desasosegante sentimiento de culpa; en otras, el miedo a perder la seguridad en que estamos cómodamente instalados nos impide abrirnos a nuevas experiencias. Unas veces, damos más importancia a cualquier opinión que a la nuestra; otras postergamos indefinidamente los planes y metas y nos conformamos con un estado de cosas que nos aburre. ¿No deberíamos romper esas barreras que nos imponemos antes de culpar a las circunstancias externas de haber malogrado nuestras expectativas? 
Pero ¿cómo lograrlo? ¿Por dónde empezar a transformar nuestra conducta inconveniente en una actitud positiva?. Debemos aprender a eliminar los sentimientos dañinos, determinar lo que valemos sin necesitar el beneplácito de nadie, superar la obediencia ciega a perjuicios y enseñar a los demás como queremos que nos traten. En definitiva, debemos aprender a manejar las llaves de la felicidad, que, por increíble que parezca, siempre han estado en nuestras manos.